Según los datos facilitados por la Consellería de Cultura, la provincia de Pontevedra cuenta con un total de 156 furanchos o loureiros. Estos establecimientos tradicionales se pusieron de moda hace solo unos años y, por el camino, fueron perdiendo parte de su sentido para convertirse en verdaderos negocios de hostelería. Este año se prevé que su presencia por lo menos se duplique. ¿Qué es un furancho?
En la zona sur de la provincia de Pontevedra se le llama furancho o loureiro a un recinto que abre durante unos meses al año para vender la producción de vino de los viticultores de la zona. Tradicionalmente, el bodeguero que era incapaz de vender o consumir toda su cosecha, abría el bajo de su casa a sus vecinos para darle salida a su producción. Cuando tenía el vino listo, colgaba una hoja de laurel en la puerta, lo que indicaba que el recinto estaba abierto. De ahí, uno de los nombres de estos locales, los loureiros. A partir de entonces, los vecinos se daban cita en el local, ubicado normalmente en la bodega o en el bajo de la vivienda, para dar buena cuenta de la cosecha.
¿En qué se diferencian de los loureiros actuales?
En los furanchos tradicionales, el propietario no servía comida. Como mucho, ofrecía algo de picar, un poco de queso o chorizo, a sus clientes. Pero estos solo pagaban por el vino. Además, tenía siempre la brasa encendida porque, a veces, eran los vecinos los que traían su propia comida, un pescado o unas carnes, para cocinarla en estos recintos. Por último, los furanchos solo abrían unos meses al año, el tiempo que tardaba el viticultor en vender todo su vino.
¿Por qué molestan a los hosteleros?
Muchos de estos locales se han convertido en verdaderos negocios de hostelería, que ofrecen tapas y vinos a sus clientes a precios muy baratos. El sector hostelero se queja de que, como los furanchos no pagan impuestos suponen una competencia desleal.