En mayo, con la llegada del buen tiempo, más de 2.000 vacas son conducidas por senderos y caminos desde los valles hasta los pastos de alta montaña de los Alpes y Pre-Alpes del cantón suizo de Vaud, donde hace siglos nació la receta de L’Etivaz AOP. Unas 70 familias se encargarán hasta el mes de octubre de elaborar 400 toneladas de este queso alpino en caseríos situados entre los 1.000 y los 2.000 metros de altitud.
Los maestros queseros trabajan para producir un queso tradicional, fabricado artesanalmente con leche cruda y no transportada que se calienta en grandes calderos de cobre sobre fuego generado con madera de boque. Esta leche procede de vacas que se alimentan de variados pastos naturales, cuya riqueza floral se refleja en su aroma y su gusto únicos. El resultado es L’Etivaz AOP, un queso de entre 10 y 38 kg que se distingue por un sabor ligeramente afrutado y con un toque de nuez que le confieren las hierbas naturales y el humo de la madera al arder.
En el marco de este cuidado proceso, los maestros queseros son los responsables de cada pieza hasta el “pesaje” que tiene lugar en noviembre. En ese momento, se comparan y califican los quesos según criterios relacionados con la masa, el color, el gusto, el aroma, los agujeros y la apariencia exterior. Una comisión se encarga de juzgar estos aspectos, de tal forma que sólo reciben la denominación L’Etivaz AOP aquellos quesos que obtienen al menos 15 puntos.
L’Etivaz AOP fue el primer producto alimentario suizo junto con el vino en obtener la Denominación de Origen en el año 2000. Para garantizar su autenticidad, calidad y trazabilidad, cada L’Etivaz AOP lleva la marca de caseína que el productor hace al colocar en la prensa la rueda de queso. Esto permite identificar su procedencia y fecha de fabricación cuando la pieza está entera. Además, un marcado a fuego adicional garantiza que cualquier queso que abandona las cavas hacia su comercialización es un L’Etivaz AOP.