El nuevo IVA se nos presenta amenazante. Muchos recuerdan el refrán: “A perro flaco todo son pulgas”. Es así, pero, queramos o no, hemos de jugar el partido con las reglas que tenemos.
En esta situación es conveniente revisar nuestros precios, haciendo ajustes en aquellos productos más generosos en margen de beneficio, crear nuevas contraprestaciones para nuestros clientes, nuevas satisfacciones. Si antes cobrábamos un euro cincuenta por una caña, ahora deberemos cobrar lo mismo o algo menos, pero asegurando, además, la sonrisa y amabilidad de quien la sirve. Es un ejemplo, pero significativo.
Hemos de ser más autoexigentes para salvar nuestras cajas y en ese camino, además del ingenio y trabajo, se encuentra la calidad del servicio, la amabilidad, la vocación por hacer felices a nuestros clientes, que, además de beber, comer o dormir, solo quieren ser felices, felices aunque solo sea por unos minutos.